miércoles, 29 de abril de 2009

Carmen


Si no me quieres, te quiero.
Si te quiero, ten cuidado

jueves, 9 de abril de 2009

Porque no te detuviste a pensar. Por eso.

Ya cenamos, papá. Te esperamos demasiado tiempo. Le agarro el hombro con una mano y con la otra le levanto el rostro: nunca nos gustaron las albóndigas de carne, le explico.
Un beso en la frente, un par de segundos mirándonos con la cara muerta, sin ninguna expresión. Y la mueca torcida que le crea vericuetos débiles alrededor de los ojos... esa mueca ya no me parece una sonrisa.
Ya no.
Le cierro la puerta en las narices. Me asomo a la ventana y lo miro; mi padre nunca fue un tipo demasiado inteligente. Le toma unos segundos levantar el brazo y mirar su reloj: sí, son las siete de la noche, papá. Sí, seguimos cenando a las nueve.
Contempla su antiguo hogar por unos segundos, se voltea y emprende camino a no sé dónde. Camina sin mirar atrás, nunca regresa.

Siempre fui la única que no corrí tras los pasos de mi padre. Mi madre y mi hermano siempre lo hicieron. Lo siguen haciendo.