sábado, 3 de octubre de 2009

El genocidio del tiempo

Y pasa el tiempo. Se va, no va a regresar, no vas a regresar... ya lo sé. Cada instante el tiempo fusila algo que se va y que no va a volver. ¿Cómo mantener los instantes a mi lado si por inercia absurda están predestinados a perecer? Instantes que se me escapan, que se deslizan casi imperceptibles. Yo ya lo sé. De ahí que ya no ponga el cerrojo, a veces incluso dejo la puerta abierta tras de mí aunque no venga nadie más.

Y pasa el tiempo. Y pasas tú. Y pasa él. Y pasan todos. Todos y todas... esos de “por allá” también pasan, te lo juro. Que la tele es una mierda pero es verdad que por allá también están pasando muchas (por no decir demasiadas) personas.

Y pasa el tiempo pero yo sigo sentada en la misma banca. No sé si alguien más escucha los resquicios del silencio que se esconden traviesos entre los instantes, y los coches, y el humo, y los gritos, y las risas, y los adioses, y el tiempo... y los insensatos panfletos propagandísticos que se venden con el nombre de libertad. Y la gente los compra, lo he visto. Lo veo todos los días. Te juro que los compran. El problema es que nadie encuentra ese instante que nos está gritando: ¡No lo hagas, no! (Ayer el autonombrado portavoz de la esperanza recibió una bofetada monumental; por un instante supe que todos estaban escuchando, pero sin creerse nada, un “yes we can” gastado que repitió con pequeñas variaciones al presentar una candidatura que apestaba a ruido de hospital. Fue la primera ciudad eliminada. ¡Bien hecho, CIO!) (Tema aparte: Madrid con "we believe"... copia barata... pero, en términos generales, muy bien la candidatura).

Quiero escuchar el ruido para distraerme y no notar cómo pasan, cómo corren (algunos caminan, algunas bailan, otros están perdidos y creen que están regresando pero en realidad se van) Pero el silencio que está tan lejano y aparentemente callado me llama. Nos llama a todos. Estaremos todos o ninguno de nosotros. Estaremos los dos o
no estará nadie. Yo también puede que me decida a dejar la banca.

Y pasas tú. Y pasa él. También los de ayer pasan de vez en cuando para hacerme recordar. ¿Lo recuerdan ellos también? ¿Lo recuerdas tú?

Si no pasara el tiempo fuera más fácil. Pero como diría ese chico que conocí ayer:(y como diría yo, y como dirías tú... como decimos todos para sentirnos mejor) así es la vida. Quiero pasarme yo también por el tiempo y contarle cómo se carga con todo. Todo.

Y pasas tú. Y pasa él. Y pasan todos. Todos y todo... esos de por allá también están pasando aunque no lo queramos recordar. Sí, el mundo se mueve, se derrumba... y tú tampoco has hecho nada.

Por allá.... sí, muy lejos de aquí... hay un incendio.

Las llamas se extienden, ¿sabes?

Yo lo sé y aún así sigo sentada en esta banca. Escribiendo mierdas.

Lo peor de todo es que ni siquiera creo en los bomberos.

1 comentario:

Borja Echeverría Echeverría dijo...

Levántate de la banca y echa a andar, como dices el tiempo se va y hay que aprovecharlo.
¿Cómo que escribiendo mierdas? ¡Está muy bien!