lunes, 1 de diciembre de 2008

Un mocachino con vainilla y azúcar, por favor

Voy a besarte mucho tiempo, mucho tiempo. Pero primero tengo que verte, tengo que levantar el maldito teléfono, marcar tu número, pedirte perdón, invitarte a tomar ese café. Sólo así, sentados cara a cara en esa mesita de caoba con chicles pegados en la patas, podré besarte.No te llamé nunca, pero te juro que lo intenté. Y esperé tu llamada, te juro que la esperé. No te pedí perdón, pero sé que sabes que quería hacerlo. Aunque no te dije adiós, ni te pude mirar a los ojos, sé que sabes que te quise pedir perdón porque no cerré la puerta tras de ti, no la cerré cuando caminabas hacia tu auto, ni cuando lo encendiste, ni cuando te marchaste para no volver. Por eso voy a misa todos los días, con un estúpido anhelo de conseguir ese perdón que tú nunca me darás. Tampoco te invité a tomar ese café. Pero vine todos los viernes a la misma cafetería, en la misma esquina, a la misma hora, con el mismo vestido rojo que usé ese día. Incluso he pedido ese mocachino, sí, con vainilla y extra azúcar. La misma cafetería de la calle 23, a lado de tu piso.Sí, sí te vi pasar por aquí. ¿Que por qué no te detuve? Estabas sonriendo, de su mano estabas sonriendo. Qué te podía decir. Sé que siempre odiaste el café, que sólo te gustaba venir conmigo. Pero ibas de su mano. Ibas de su mano y estabas sonriendo.Acabas de llegar, por fin, pero no me ves. Quizá no me reconoces. Estos viernes dulces me regalaron libras de más y estoy cansada, me lo dice el espejo. El vestido rojo no me queda como antes, y si quiero ser clara, sólo ya no me queda. Te escucho, pides dos cafés. Un mocachino con extra azúcar y vanilla. Otro simple, leche desnatada, sin azúcar, por favor. Debe de ser para tu novia, esa niña rubia y anoréxica que camina siempre junto a ti con las piernas huesudas y rostro de calavera feliz. Ahora me has visto, sabes que yo sé que me has visto y bajas la mirada.Dije que te besaría mas nunca te besé. Tampoco volví a esa cafetería, ni volví a tomar un café, ni regresé a misa. Pero algunos viernes, inevitablemente, quiero marcar tu número.

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